India. Thekkady. 18 de febrero de 2020. Post 21
La mañana había estado llena de novedades. El paseo por el lago había sido relajante e interesante y la visita a la plantación de especias me había brindado una cantidad de información que me tenía encantada.
Luego del paseo regresamos al hotel para almorzar. Los almuerzos en grupo eran siempre una oportunidad maravillosa para compartir. Intercambiábamos opiniones sobre la comida, las compañeras que ya habían venido varias veces a India, compartían experiencias revividas en las visitas. En la sobremesa, era un privilegio escuchar a Roger con su fino humor y profunda sabiduría. Roger comía en silencio.
Después del almuerzo, el programa nos ofrecía un safari en todoterreno. No todas se animaron con el paseo, unas cuantas ya habían dispuesto de ese rato para hacerse sus tratamientos ayurvédicos. Yo decidí ir al safari, sonaba interesante. Mi masaje lo tenía programado para el final de la tarde.
Safari en Todoterreno
Almorzamos delicioso y después de una breve pausa, salimos en dos todoterreno pequeños rumbo a la aventura. No teníamos detalles de lo que nos esperaba y estábamos muy entusiasmadas. Transitamos por las calles de Thekkady durante unos minutos y luego empezamos a tomar caminos cada vez mas angostos, mas empinados y en los cuales la tierra era cada vez mas irregular. Sentíamos que la aventura había empezado.

Una curva, otra curva, seguíamos subiendo la montaña y aumentaba la intriga. No nos habíamos alejado mucho de Thekkady y si bien estábamos circulando por las montañas, -conocidas como Cardamón Hills- seguíamos viendo viviendas y propiedades que lucían bastante pequeñas como para albergar un safari.
En una de las curvas los carros se detuvieron frente a un gran portón de metal. Esperamos unos momentos y abrieron las puertas para darnos paso a la propiedad. Entramos y pudimos ver a tres elefantes bajo una especie de toldos altos hechos de zinc, tranquilamente disfrutando de la sombra.

¿Y el safari?
Minutos después de nuestra llegada, Mallika, quien estaba acompañándonos en este paseo, nos explicó que había habido una confusión. Ella, al igual que nosotras no entendía este “safari” y llamó a su agente local. Le explicaron que este paseo no era el safari; el paseo del safari tomaba todo el día y no hubiéramos podido hacer las otras actividades. Misterio aclarado, no había safari… pero había unos elefantes hermosos.
Compartiendo con los Elefantes
Estuvimos observando los elefantes por un rato. Tenían una cantidad de ramas de palma frente a cada uno de ellos. Tomaban las ramas con la trompa y las golpeaban contra el suelo, contra sus piernas y las pasaban a un lado y otro de su cabeza, golpeándose con ellas detrás de las gigantescas orejas.
En un primer momento, en el grupo surgieron dos teorías: 1. Se estaban espantando las moscas con las ramas. 2. Estaban partiendo y ablandando las ramas para después comérselas. Pocos instantes después de haberse formulado las dos teorías, vimos a los elefantes llevarse las ramas a la boca y fue obvio que la teoría acertada era la segunda, aunque hay que reconocer que el movimiento ayudaba a espantar las moscas.
Nos dijeron que cuando los elefantes terminaran de comer, los cuidadores llevarían uno de ellos a una zona despejada. A los pocos minutos, con un paso lento, majestuoso el elefante llegó al sitio donde estábamos esperándolo. Finalmente fue momento de tocarlo, de retratarlo, de retratarnos con él.

Allí estuvimos un buen rato, encantadas, tocándole la trompa, observando la piel, sintiéndola. La piel era gruesa, pero suave y me llamó la atención que tenía la trompa, parte de la cabeza y las orejas en un tono más claro, al igual que el elefante del templo de Ganesh en Puducherry. Pregunté y me explicaron que es una especie de vitíligo de los elefantes. Después me enteré de otras cosas muy interesantes.
LO QUE APRENDI: Los elefantes que estábamos viendo eran los elefantes asiáticos, diferentes a los africanos en varios aspectos. Los elefantes africanos son más grandes y sus orejas son también más grandes y de forma alargada. El elefante asiático es una especie en peligro de extinción debido a la pérdida y degradación de su hábitat natural.
La trompa del elefante está formada por un alargamiento de la nariz y el labio superior. Las fosas nasales están en la punta y terminan en una especie de dedo. La trompa llega a tener hasta 60.000 músculos entre los longitudinales y los circulares. Gracias a esta maravilla de diseño, la trompa tiene infinidad de usos tales como respirar, alimentarse, tocar, tomar agua, remover el polvo, protección sonora y comunicación, lavarse, agarrar, y también en la defensa y ofensa durante enfrentamientos.
La estructura muscular y de tendones de la trompa les permite acortarla, extenderla doblarla y torcerla y la fuerza muscular les permite levantar y manipular cargas de hasta 300 kg. La trompa tiene una capacidad de hasta 4 litros de agua
El elefante que estuvimos visitando no tenía colmillos. Pregunté y me explicaron que era una hembra y que los elefantes asiáticos hembra no los producen. Después seguí averiguando sobre los colmillos y encontré unos datos muy interesantes.

LO QUE APRENDI: Los elefantes utilizan los colmillos para muchas actividades como cavar buscando agua, sal y rocas. También los usan para remover la corteza de los árboles, como palancas para maniobrar los árboles y las ramas caídas, como descanso y protección para la trompa y por supuesto como arma de ofensa y defensa.
Por miles de años los grandes colmillos de los elefantes han sido codiciados por el hombre y han sido símbolo de lujo. En distintas épocas el marfil se ha utilizado para hacer obras de arte, dientes falsos, las teclas de los pianos, abanicos, fichas de dominó. Una gran variedad de fantásticas tallas chinas, hindúes y de otras culturas se pueden encontrar hoy en día en distintos museos. Fue apenas en 1990 cuando se prohibió el comercio internacional del marfil.
La prohibición no ha impedido que sigan matando a los elefantes -sobre todo los africanos- para removerle los colmillos, a pesar de que los colmillos se pueden remover sin matar al animal. Lo que sucede es que los traficantes/cazadores usan dardos envenenados y rifles automáticos para tumbar a los elefantes. Mientras el elefante está caído, sacan los colmillos del cráneo. Los elefantes mueren por la hemorragia
La población de elefantes de la India ha diezmado por cuestiones ambientales mientras que los de África son perseguidos y matados por sus colmillos. Esta persecución aparentemente ha generado una selección evolutiva en los elefantes dando como resultado que cada vez nacen mas elefantes hembra sin colmillos y los de los machos son cada vez más pequeños.
Los animales que no tienen colmillos sobreviven porque no son atractivos para los cazadores y traficantes y de esta manera son esos genes los que pasan a la siguiente generación dando como resultado un aumento en el número de individuos que nacen sin colmillos. Sorprendente.
Miradores sobre el valle
La visita a estos elefantes fue una experiencia increíble que terminó más pronto de lo que nos hubiera gustado. Nos despedimos de los elefantes y dimos un paseo por un par de miradores sobre el valle. El trayecto nos brindó momentos de aventura y emoción gracias a las condiciones de los caminos.
La primera parada fue en un mirador con una gigantesca cruz hecha en concreto. Desde allí pudimos disfrutar de una panorámica muy bonita de las Montañas Cardamón. Seguimos a otro mirador, en otro lado de la montaña y desde allí observamos el valle y la colcha de colores que formaban los campos sembrados con distintos productos. Al fondo también se distinguía una gran nube de contaminación. Regresamos al hotel transitando por un túnel vegetal muy agradable y fresco.
Mis Safaris
Los brincos y curvas del trayecto en los todo terreno me hicieron recordar otro “safari” con características similares. Aunque no lo crean, este ocurrió en las cercanías de Londres en 1969.

Me acababa de graduar de bachiller y estaba viajando con mi mamá y mi cuñada Gisela. Alguien nos recomendó este paseo del safari y nos pareció que no podíamos perder esa oportunidad. ¡Safari en Londres!
El lugar donde íbamos a vivir esa aventura era la propiedad de algún noble cuyo nombre no es importante. En esa época, y posiblemente todavía, los dueños de esas grandes propiedades las acondicionaban para el turismo a fin de tener un ingreso para su mantenimiento. Este decidió ofrecer un safari en su propiedad que era muy extensa.
La primera actividad fue una visita muy agradable a la mansión, un palacio gigantesco, muy elegante. Luego fue momento de montarnos en un todo terreno. Esa vez se trataba de una especie de pick-up e íbamos sentadas en bancos en la parte de atrás, la cual estaba descubierta. Recuerdo que pensaba que íbamos desprotegidas, expuestas; después de todo era un safari.
Empezamos a rodar y empezó el chofer a buscar cuanto hueco había en el camino y allí caíamos. Daba vueltas y vueltas en medio de un descampado, tapizado con una grama perfecta, y en lugar de animales encontrábamos un hueco, y otro y otro… era como si los hubieran hecho a propósito. De vez en cuando aparecía un árbol, de resto sólo grama y pequeñas hondonadas.
Cada vez que caímos en un hueco o el chofer daba una curva muy cerrada, saltábamos en los banquitos porque, por supuesto, no había cinturones de seguridad. Las curvas las realizaba sin ninguna necesidad, porque no había nada que nos obligara a cruzar, no había nada, ni árboles ni rocas ni plazas y mucho menos animales.
Con cada curva nos deslizábamos en el banco, con cada hueco saltábamos y de algo nos agarrábamos.
Y de pronto…. Lo vimos, un venado, y unos minutos mas tarde un par de venados y enseguida… otro hueco y otra curva en medio de la nada. Y seguimos saltando y resbalándonos y riéndonos y así transcurrió el “safari”.
Los saltos y las curvas me hicieron recordar ese otro safari y me reía sola mientras paseaba por las Montañas Cardamón. Nuestro chofer en Thekkady, tampoco perdió la oportunidad de dar curvas muy cerradas y no se molestó en esquivar huecos o zanjas. Y como hace 51 años, yo iba muy emocionada porque íbamos al safari.
Cardamón County
Llegamos al hotel con tiempo suficiente para refrescarnos y descansar un rato antes del espectáculo de artes marciales. Después del descanso nos reunimos cerca de la piscina. Mientras esperábamos que fuera la hora de salir, seguimos comentando sobre el día. Nieves y Cecilia acababan de tener un encuentro cercano con los monos, que abundaban en la colina donde está ubicado el hotel.

Nos contaron que estaban en la terraza frente a su habitación, disfrutando de la belleza de la vegetación y los jardines cuando pasó un empleado del hotel advirtiéndoles que venían los monos, que era mejor que se fueran dentro de la habitación. Escasamente tuvieron tiempo de hacerlo, los monos llegaron enseguida, disponiendo del espacio como suyo y finalmente se llevaron las botellas de agua que habían quedado sobre la mesa. Mi habitación estaba más abajo en la montaña, quizás por eso no estuvieron merodeando los monos por allí. Me gustaba esa explicación, no quería encontrarme con los monos.

Artes marciales
Y llegó el momento de la demostración de artes marciales. El lugar quedaba muy cerca pero de todas maneras nos llevaron en el autobús. Entramos y caminamos hacia un edificio muy moderno; Sekar nos aclaró que no era allí a donde nos dirigíamos. El local donde iba a presentarse el espectáculo estaba ubicado detrás de ese edificio y resultó ser una construcción muy sencilla, de dos pisos, a la cual se entraba por una escalera metálica situada en el exterior.
Al entrar nos dimos cuenta de que prácticamente éramos los últimos en llegar. Había música, dos filas de sillas plásticas acomodaban a los espectadores en un pasillo bastante angosto, que corría alrededor de un rectángulo con piso de cemento, el lugar donde iba a ocurrir la acción. El sitio estaba lleno y fue bastante incómodo llegar hasta nuestros puestos que estaban en primera fila y en una sección alejada de donde habíamos entrado.


La base del cuadrilátero estaba situada casi dos metros por debajo de donde nos sentábamos nosotros. Las paredes estaban pintadas de rojo y en un extremos había una especie de candelabro hecho en cemento y formado por cuartos de círculo que se hacían más pequeños a medida que subían. En cada pequeño escalón había ofrendas y uno de los ejecutantes de la noche fue prendiendo varias velitas en cada círculo. En esa pared también estaba pintado una especie de escudo y descansaban una serie de armas que habían ido trayendo y acomodando con mucho cuidado. Había escudos, lanzas, espadas, hachas, unos palos largos y delgados y otras armas que no supe identificar.

Llegó el momento de iniciar el espectáculo y un grupo de 5 jóvenes, vestidos de negro con una banda roja en la cintura y descalzos, se ubicaron mirando hacia las armas. Hubo anuncios y explicaciones, en malayalam. Los jóvenes empezaron a hacer distintos movimientos en grupo que lucían como preparatorios. Había saludos, reverencias y palabras. La flexibilidad que demostraban era impresionante.
Hicieron varias demostraciones en grupo y en un determinado momento, tomaron escudo y espada y empezaron a pelear en parejas. Mas adelante la demostración pasó a combates cuerpo a cuerpo y uno de los combatientes terminó inmovilizado, amarrado con una tela roja muy larga. También hubo demostraciones individuales con y sin armas.
LO QUE APRENDI: El espectáculo de artes marciales que presenciamos se llama Kalaripayattu o simplemente Kalari. y se originó en la zona que hoy en día es Kerala. Este arte marcial es uno de los mas antiguos del mundo y data del siglo III AC.
Kalaripayattu toma mucho del hinduismo y está basado en los conceptos médicos del Ayurveda. Gracias a esa base, los practicantes de este arte poseen un conocimiento muy intrincado de puntos de presión en el cuerpo humano y de técnicas de curación. A los estudiantes se les enseña este arte marcial como una manera de vivir, inculcándoles un sentido de compasión, disciplina y respeto hacia el maestro, los compañeros, la familia y la comunidad. Se hace mucho énfasis en evitar confrontaciones y usar sus habilidades y conocimiento sólo como protección cuando no hay otra alternativa.
A diferencia de otras regiones de la India, en Kerala Kalaripayattu puede ser practicado por mujeres y por todas las castas. El lugar donde se practica este arte se conoce como kalari y se construye, al igual que los templos y otras edificaciones importantes, siguiendo los tratados de arquitectura hindú conocidos como Vastu Shastras.
La deidad que preside este arte es Shiva y antes de cada sesión de entrenamiento en el Kalari, se le saluda y honra a través de un mantra u oración.
El espectáculo era muy interesante, pero Elvira y yo teníamos nuestras citas para el masaje. Esperamos por un momento adecuado entre una demostración y otra. Con una facilidad que no nos imaginábamos, por lo estrecho del lugar, logramos salir sin caernos encima de nadie y con paso acelerado caminamos hasta el hotel. Apenas era cuadra y media.
Masaje Ayurvédico
Caminábamos apuradas, no por temor sino porque estábamos sobre la hora. Había pasado el día soñando con este momento y no quería llegar tarde. Cuando estábamos llegando al hotel nos dimos cuenta de que el siempre atento Sekar nos había estado acompañando y vigilando.
Pasamos la recepción y nos dirigimos hacia el edificio del Spa. Ya había oscurecido y la iluminación del Spa me decía que iba a ser una experiencia muy relajante. En instantes aparecieron las terapeutas y subimos al segundo piso. Nos despedimos en el pasillo y cada una entró a una habitación que era todavía más acogedora que el exterior del edificio.

De mi masaje sólo puedo decir que quiero uno así cada día. Por supuesto hubo mucho aceite tibio, aromas relajantes y una presión perfecta. Después de flotar en una nube de relajación y paz, tuve que volver a la realidad. Me bañé para quitarme parte del aceite y en un estado de bienestar total llegué a la cena. No recuerdo mucho de esa cena, creo que la relajación todavía me tenía en otra dimensión.
Mi habitación quedaba muy cerca del restaurant, apenas tenía que atravesar un puente y caminar unos 30 metros. Estaba feliz de esta cercanía porque no quería estar expuesta a un encuentro con los monos. Era de noche, pero no tenía conocimiento de sus hábitos nocturnos. Llegué sin problemas.
Mientras dejaba lista mi maleta para el día siguiente estuve repasando el día. Estaba maravillada, encantada con todo lo que iba aprendiendo, descubriendo. Había sido otro día lleno de novedades, generoso en experiencias. Otro día amable, rico que iba a brindarme un sin fin de momentos para recordar y atesorar.